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Provinciales

"El Síndrome de Caperucita Roja"

Pamela Ruiz

Por Pamela Ruiz

Todo comenzó cuando leyendo, no sé exactamente qué, en internet, me encontré con esta frase: «el síndrome de Caperucita Roja».

Todos conocemos el cuento de Caperucita Roja, en donde se habla de una niña que va a visitar a su abuelita y es devorada por el lobo. La versión más infantil omite esa parte. Sin embargo, este cuento ha dejado algo muy delicado en la sociedad: “el Síndrome de Caperucita Roja”.

El resultado del cuento parece ser una tendencia social que se ha encargado de convencer a las niñas de hacer algo que puede implicar un peligro para ellas. Desde niñas nos enseñan que no debemos acercarnos a los extraños. Tampoco confiar en ellos de buenas a primeras porque eso podría poner en riesgo nuestra integridad femenina. Además, hay que considerar que en cualquier momento un lobo se puede cruzar en nuestro camino y mostrarse como el más lindo cordero.

A las mujeres se les inculca la idea de que siempre puede salir el lobo en el bosque de la vida. No deben llegar tarde a casa, no deben caminar solas por la noche, no deben estar en lugares de riesgo. Se les explica que siempre están en peligro y que los espacios que ocupan siempre están amenazados por presencias hostiles. Las pueden robar, violar, secuestrar o matar. Nunca pueden estar seguras y tranquilas.

El Síndrome de Caperucita Roja es esa tendencia que te advierte que por el simple hecho de ser mujer nunca estás segura. Por lo tanto siempre debes estar alerta ante cualquier peligro ante el que puedas anteponerte.

Volviendo al cuento, observamos que los dos personajes principales, caperucita y el lobo, y el espacio que condiciona el desarrollo de la historia, el bosque; conforman los tres pilares de la historia. Caperucita Roja es una niña, una preadolescente, que va sola por el bosque con una “llamativa” capa roja; el Lobo es un animal fuerte y astuto, que engaña para conseguir lo que quiere; y el Bosque, es un lugar público poco iluminado, que puede ser percibido como peligroso.

Luego nos podríamos detener a pensar en las características de cada uno de los personajes. Y vemos una mujer, Caperucita, frágil, sumisa, vulnerable, inocente, con tendencia a cuidar a los demás, afectiva, sensible. Cualidades éstas atadas al modelo de la Femineidad. Caperucita y los personajes femeninos de la historia hacen exactamente aquello que se espera de ellas, “lo propio de las mujeres”. El papel dentro de la familia. El cuidado de las otras personas. La dulzura y la ternura.

Caperucita está relegada al ámbito privado, al cuidado de su abuela, que está enferma. Y el espacio público (el bosque) está protagonizado y dominado por el lobo y el cazador. El lobo como amenaza y el cazador como salvación y protección de la figura vulnerable.

En contraparte encontramos la figura del Lobo, el personaje masculino, al cual se le otorgó ferocidad, autoridad, independencia, etc. Y cumple con el rol de dominación del espacio, del control, de la seguridad y del poder. El personaje del lobo es astuto, inteligente e ingenioso; ya que la masculinidad debe ser demostrada y exhibida, sin emociones, con actitudes de agresividad y violencia.

El objeto de deseo del “hombre lobo” es Caperucita. Y, como es un objeto, se puede usar y tirar, consumir. Una acción que, tal y como dice Nuria Varela , solo es posible respecto a las mujeres si previamente se les ha cosificado, relegado a la categoría de cuerpos, objetos de disfrute en continua disposición para satisfacer los deseos masculinos.

Tal y como afirma el Comité de la Convención sobre la Eliminación de toda Forma de Discriminación contra la Mujer: “Las violencias machistas están arraigadas en la ideología del derecho y el privilegio de los hombres respecto a las mujeres, normas sociales relativas a la masculinidad y a la necesidad de afirmar el control o el poder masculino, de imponer los papeles asignados a cada género o de evitar, desalentar o castigar lo que se considera un comportamiento inaceptable de las mujeres.”

Trabajemos cada día para educar en la conciencia de la igualdad de derecho de las personas, más allá de su género, que la equidad sea el privilegio de cada uno de los protagonistas de nuestra sociedad.

Trabajemos en hacer que la mujer no sienta que su sexo sea una condición, un requisito o una circunstancia del lugar que ocupa en la sociedad, ya sea dentro del hogar, como estudiante, en el trabajo, con sus pares o sus jefes; que goce de los mismos derechos y del mismo reconocimiento que los hombres han gozado durante tantos años, por el sólo hecho de ser hombres.

Trabajemos en educar a nuestros hijos, desarraigando primero de nuestras propias mentes, los estereotipos de que el “varoncito” debe ser de tal o cual modo y le corresponde tal o cual característica y “las niñas” de este otro modo, totalmente opuestos; tales cualidades tan definitorias como las de la Caperucita y el Lobo de la historia, de lo que “debe ser un hombre” y lo “esperable” de una mujer.

Si no queremos sentir nunca más este “síndrome de Caperucita Roja”, si no queremos sentir miedo, si queremos dejar de sentir que hay lugares y espacios que nos están prohibidos por el sólo hecho de ser mujeres, trabajemos en concienciar y en educar a todos, acerca del cambio generacional que queremos lograr en nuestros jóvenes y en nuestros niños; enseñándoles que todos somos distintos e iguales al mismo tiempo; iguales en nuestra esencia humana y distintos en nuestra forma de pensar y expresarnos; que debemos respetar estas diferencias y luchar porque cada uno pueda ser libre en su esencia, de la forma que quiera, respetando al otro.

Fuente: Realidad Regional
Columna

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