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¿Por qué el 14 de febrero es el Día de los Enamorados?

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El Día de los Enamorados se festeja en casi todo el mundo el 14 de febrero y en especial en los países católicos, donde además de mimos y regalos, se estila prenderle una vela a san Valentín, patrono de los tórtolos, para que proteja el regocijo de la pasión mutua frente a los naturales embates del tiempo y de los terceros en discordia.

Pero hubo y sigue habiendo otras fechas: en las antiguas Grecia y Roma, el Día de los Enamorados era el 15 de febrero; y hoy mismo, judíos, chinos y japoneses lo festejan entre julio y agosto, respondiendo a distintas creencias.

Los judíos tienen su Tu BeAv (fiesta del mes Av) también el 15, pero del cuarto mes del calendario hebreo, que cae entre julio y agosto del gregoriano.

La leyenda cuenta que se originó en la anulación, un 15 de Av, de una antigua prohibición: un hombre judío no podía desposar a una mujer de otra tribu judía, sólo podía hacerlo con alguna de su propia tribu, de allí que se recuerde ese momento libertario como "el día de los enamorados".

Los chinos le llaman Qi Qiao Jie (día para mostrar las habilidades) o Qi Xi (la noche del doble siete) porque tiene lugar el 7º día del 7º mes lunar (agosto en el calendario gregoriano) y de esto proviene su nombre.

Antiguamente, ese día, todas las habilidades que las jovencitas mostraban eran sus artes domésticas, particularmente en el tallado de melón, y realizaban plegarias para encontrar un buen esposo.

Para los japoneses el Día de los Enamorados también es Fiesta del Doble Siete, aunque lo llaman Tanabata, y en este caso recuerda el amor terrenal frustrado entre Orihime y Hikoboshi por culpa del padre de ella, pero que finalmente triunfa y se hace eterno cuando los amantes se reencuentran convertidos en dos estrellas muy próximas: Vega y Altair.

Japón adaptó su Tanabata al calendario gregoriano y lo celebra el 7 de julio, que es doble siete, pero también el 14 de febrero, porque 14 dividido 2 da 7.

En Latinoamérica, donde se festeja con gran relevancia el día de los enamorados, éste no siempre coincide con el 14 de febrero: en Bolivia y Uruguay, es el 21 de septiembre, como antiguamente lo fue también en Argentina, donde con el tiempo se agregó el 14 de febrero; en Brasil es el 12 de junio (Día dos Namorados) y en Colombia el tercer fin de semana de septiembre.

En Chile, Costa Rica, Honduras, Panamá, Ecuador, México, Perú, Guatemala, Paraguay, República Dominicana y Venezuela es el 14, pero en la mayoría de esos países los festejos, que a veces incluyen adornos de calles, ramos de flores, serenatas y bailes, no se reducen sólo a los enamorados, incluyen también a los amigos.

Esa misma tradición llegó a Estados Unidos a principios del siglo XVII: en 1840, Esther Howland envió las primeras tarjetas de san Valentín a sus parientes y conocidos, lo que a partir de allí se hizo costumbre.

Hoy en Nueva York el Día de los Enamorados transcurre entre rojos corazones, exóticos restaurantes y considerables gastos: sólo en regalos, el promedio es de 100 dólares por persona y se envían más mensajes por celular que en Navidad o Acción de Gracias.

Además, el 14 de febrero, en la Gran Manzana, el mirador del piso 80 del Empire State se convierte en escenario romántico para que siete parejas realicen sus bodas o renueven sus votos matrimoniales. Hecho esto, pasan a formar parte del Club Nupcial del famoso rascacielos, lo que les sirve para tener entrada gratuita el día de su aniversario.

En la actualidad, los canadienses otorgan gran importancia a la fecha: hacen valentines en forma de corazón y regalan flores, peluches y bombones. Los niños también participan creando las famosas tarjetas de felicitación, que regalan a sus amigos, compañeros de clase y profesores más apreciados.

Lo curioso es que, aunque san Valentín fue instituido por la Iglesia como patrono de los enamorados hace más de mil quinientos años, en 1969 el mismísimo Concilio II lo eliminó del santoral y de todo patronazgo, bajo la sospecha de que su existencia fue un cuento para eliminar dioses y antiguas festividades paganas.

En Roma, el Día de los Enamorados se festejaba antiguamente el 15 de febrero y tenía como "patrono" a Fausto Luperco, dios pastoral de la fertilidad, que tomó su nombre de Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo.

Los sacerdotes de su cofradía, los "luperci", hacían ese día una curiosa procesión en torno al Palatino: desnudos y blandiendo un rebenque de cuero de cabra, azotaban a las mujeres que se les cruzaban, con la excusa de que así las volverían fecundas.

Más tarde cundió el recato: los 14 de febrero ellas depositaban sus nombres en una urna y el 15 cada varón extraía uno. Así se conformaban las parejas.

En Grecia, también el 15 de febrero, se celebraba al dios Pan quien -según creían- violaba en los bosques a cuantos pasaran, sin reparar en edad ni sexo.

Cómo habrá sido la cosa que de Pan surgió la palabra "pánico". Aquellos rituales estaban llenos de furor sexual: presagiaban la cercanía de la primavera boreal y lo peor era que los antiguos cristianos no se los perdían.

Esto motivó a la Iglesia católica a tratar de desterrarlas con una fiesta más púdica : fue así cómo el papa Gelasio introdujo en 498 el Día de san Valentín.

Lo fijó para el 14 de febrero, adosado a la lupercalia del 15, y con tan buena suerte que ya nadie recuerda a Pan, ni a Lupercus, ni a los azotes.

En 1969, quizás porque ya había rendido sus frutos, san Valentín fue borrado del calendario eclesiástico, lo que no quita que siga siendo celebrado en algunas parroquias. La decisión fue tomada debido al origen incierto de las diversas leyendas que lo rodean.

Aunque hubo al menos cuatro mártires llamados Valentín, se cree que Gelasio habría instaurado como patrón de los enamorados a quien fue obispo de Interamna, hoy Terni. Había nacido en Roma durante el siglo III, bajo Claudio II.

El emperador necesitaba de los jóvenes para cuidar las fronteras de su imperio en decadencia, y como los recién casados se negaban a alejarse, dispuso en el año 270 la prohibición del matrimonio bajo pena de muerte.

Pero Valentín comenzó a casar en secreto a las parejas, a las que les regalaba una flor blanca en señal de pureza y fidelidad, lo que dio origen al ramillete de novia. Descubierto, fue sentenciado a tres penas sucesivas: azotes, piedras y finalmente, decapitación.

Pero entre una y otra sentencia, conoció en el calabozo a Julia, una joven ciega, hija del carcelero Asterio, de quien se enamoró. La leyenda señala que el obispo la convirtió al cristianismo y que obró un milagro: Julia pudo ver.

El santo fue ejecutado el 14 de febrero de 271 y enterrado dos veces: primero, en el templo de Práxedes, en Roma; y luego, en la iglesia de San Antón, Madrid, hacia donde ese día peregrinan actualmente jóvenes católicos de toda Europa para pedirle protección.

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